Desenterrando de entre las cenizas el Antiguo Guayabal

León Contreras Román, arqueólogo egresado de la Universidad Veracruzana con el trabajo de recepción "Análisis organológico de las figurillas-aerófono tipo Jaina de la Colección Stavenhagen del CCUT". Durante tres temporadas consecutivas formó parte de los recorridos de prospección y excavación del "Proyecto Arqueológico Playa Vicente, Veracruz". Trabajó en el 2019 en el área de supervisión del "Proyecto Sismo 19/2017" en el Centro INAH Puebla.

Estuvo a cargo de la 2da excavación de la Iglesia de Antiguo Guayabal, Chiapas. Formó parte del equipo de especialistas e investigadores del largometraje documental Pobo ´Tzu - Noche blanca, de Tania Ximena Ruiz y Yolotl Gómez Alvarado. 

Actualmente se dedica a la investigación e inclusión de herramientas y programas digitales para el registro arqueológico; así como proponer el uso de distintos medios como la música, los videojuegos y/o el cine para divulgación arqueológica.

¿Cómo te sumaste al proyecto de excavación del Viejo Guayabal, en Esquipulas Chiapas, para Pobo ´Tzu´ - Noche blanca?

Supe del proyecto por un grupo de arqueólogos egresados de la Universidad de Veracruz; ahí publicaron que necesitaban especialistas para un proyecto documental. Tania Ximena Ruiz se comunicó con un amigo mío, pero él no entendió muy bien de qué iba el proyecto. Así que después se comunicó conmigo, a mi me gusta el cine y la producción, entonces cuando me contó sobre el proyecto no dude en decir que sí. 

Es el mejor trabajo que he tenido. Aunque mi jornada empezaba a las 6:00 a. m. y terminaba a las 2:00 p. m. no dudaba en ayudar en lo que se necesitará; estaba feliz por participar y ver toda la producción de la película. 

¿En qué se diferenció esta excavación a las demás en las que has participado?

Mi trabajo empezó desde el scouting, fue una excavación diferente a todas las demás en que he estado. Era un sitio muy grande para tan poco tiempo, teníamos que hacer en tres semanas un trabajo de seis, o más, meses; pero los directores, Tania Ximena Ruiz y Yollotl Alvarado, estaban seguros de que el tiempo era suficiente. Empecé trabajando como yo sé, desde el protocolo arqueológico, cribando la tierra. Pero el tiempo no era suficiente, así que tuve que modificar la manera de trabajar para los intereses del proyecto. Lo que les interesaba era sacar las estructuras grandes de la iglesia para que se vieran en cámara. 

Me hubiera gustado llevar a cabo la excavación en conjunto con Mariana Patricia Jácome, la vulcanóloga que estuvo durante el rodaje. Lamentablemente se perdió mucha información en las capas de ceniza, lava cristalizada y tierra que se removieron; pero lo que interesaba eran las cosas en sitio.  

Al ir avanzando en la excavación pude deducir cómo fue que ocurrió el derrumbe de la iglesia tras la erupción, fue por una roca volcánica enorme que golpeó la torre del techo de la casa del sacristán. Aunque no pude excavar hasta donde los directores querían, porque se podía comprometer la estructura que aún quedaba en pie, creo que todos quedaron conformes con lo que quedó a la vista. 

¿Cómo varió el recuerdo que la comunidad tenía de la iglesia de lo que iban encontrando durante la excavación?, ¿cuál era la reacción de la comunidad y de los sobrevivientes de la erupción conforme la excavación avanzaba?

Varió muchísimo de cómo estaba a cómo encontramos la iglesia; había capas de tierra, ceniza, roca volcánica. Podía verse un gran deterioro por la erupción y porque el sitio ahora era tierra de ganadería. Por lo mismo, era importante considerar cómo conservar lo que sacamos a la superficie. 

Cuando logramos llegar al suelo de la iglesia encontramos distintos maderos que parecía que servían para sostener el techo. Encontramos cantidades enormes de carbón, cartón, vasos de vidrio y veladoras, incluso algunas permanecían intactas. Los cimientos de la estructura resistieron a pesar de la fuerza de destrucción de la erupción. 

Varios de los participantes en la excavación fueron los mismos sobrevivientes de la erupción. Estaban emocionados por desenterrar más de la iglesia; anteriormente ya habían hecho una excavación ellos solos. Aunque sí hubo algunos roces sobre cómo excavar, porque entre ellos se conocían más, compartían lengua, y a mí me veían muy joven; pero se logró llevar a cabo en tiempo y forma la excavación para el documental. 

Todos estaban asombrados con todo lo que íbamos desenterrando del pasado. Sin embargo, a pesar de ser testigo de sus reacciones en ese momento, no podía comprender mucho de lo que pasaba porque hablaban en zoque, pero veía sus expresiones de asombro y cómo recordaban lo que habían vivido ahí. 

Al final de la excavación les mostré la torre derrumbada. Ese día fue la mayoría de la comunidad, incluso quienes no habían ido antes. Yo no lograba ver qué era esa estructura porque tenía una capa de mosaico y me imaginaba que pertenecía al altar y que se había desplazado por la lava; pero por las varillas que tenía pude deducir que era una torre. Al llegar tío Beto, el más grande de todos, me confirmó que se trataba de una torre, me comentó cómo estaba originalmente e incluso hizo un dibujo en la tierra para explicarme. Todos recordaron cómo era antes la iglesia entre nostalgia y sorpresa. 

¿Cuál consideras que fue la importancia de esta excavación para la comunidad del Nuevo Guayabal?

Fue una manera de mostrarle a la comunidad la importancia del pasado histórico y del registro material, que al final de cuentas es historia de ellos. La arqueología siempre se topa con que la gente no entienda la importancia que tiene. Está la clásica leyenda de que “si te encuentras algo arqueológico mejor no le digas a nadie porque el INAH te va a quitar el terreno”. Eso no es real, a menos que se trate de una edificación gigante e importante o que se necesite tomar registro de lo que se va encontrando. Si la excavación no es de interés arqueológico o de patrimonio nacional no hay mayor inconveniente. Claro que se tiene que dar aviso al instituto, pero eso no significa que este vaya a tomar el mando. Las estructuras del viejo Guayabal eran de 1960, no eran consideradas patrimonio histórico y no había evidencia de asentamientos prehispánicos; así que no hubo mayor problema con los permisos de excavación.

Después del rodaje se fue bajando la euforia por la excavación. Hay que recordar que esta era una zona de ganado y expuesta a la naturaleza; para poder preservar lo desenterrado había que tomar decisiones. Estaba la opción de dejarlo abierto al público para el turismo, pero tenía que resguardarse el lugar con vigilancia y evitar que se inundase o que algún animal cayese dentro. También era una opción volver a tapar lo desenterrado, pero no quisieron. En alguna ocasión preguntaron si no podría encargarse de la preservación y el cuidado alguna institución, como el INAH, pero también estaba el factor de la defensa del territorio y si ceder o no los derechos sobre este. Al final se decidió dejarlo así, al descubierto; cada año, en el aniversario de la erupción, la comunidad va a rezar al altar por las almas de quienes fallecieron. 

¿Cuál es el mejor recuerdo que tienes de la excavación, de la comunidad y de la grabación de Pobo ´Tzu´- Noche blanca?

Me alegra haber trabajado en esto, porque siento que la arqueología está perdiendo difusión en medios como el cine. Muchos arqueólogos no saben que existe una relación entre el cine y la arqueología. En esta película se muestra verdadera arqueología, más allá de la imagen errónea que ha creado Indiana Jones. Siento que se le puede sacar más provecho a la arqueología a través de la difusión en el cine. 

Recuerdo con mucho cariño a la comunidad, cómo nos trataron con tanta calidez y nos permitieron entrar a sus hogares. Recuerdo a Román con mucho cariño, en paz descanse. Yo veía cómo le interesaba todo lo que se estaba haciendo. En alguna ocasión, hacía el final de la excavación les comenté: Vean bien esto, registrenlo bien, tómenle fotos a todo lo que necesiten. Estas son sus tierras, esto se está haciendo por y para ustedes.

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